Y así sucedió


Cuando se vive de prisa y amar es lo menos apremiante conocemos y dejamos seguir su camino a muchas personas capaces de convertirse en un compañero(a) de vida.
Llenamos nuestras vidas de lo que nos apasiona, de personas que son nuestro soporte como familia y amigos y nos sentimos plenos también. A pesar de eso hablamos de ese amor compañero y lo expresamos en lo que hagamos en la vida como si inconscientemente lo estuviéramos deseando; pero, ¿será que nuestro ser está unido a otro sin haberlo conocido y sin estar buscándolo?

Y así sucedió, una noche mis letras lo encontraron. Mi mirada dejó de divagar y en esos segundos  lo reconocí.

Siempre fui alguien de mirada perdida, poco observadora y en ocasiones algo apática y displicente, pero  a pesar de ello me encantaba leer y escribir sobre el amor compañero. Y es que el amor es un aprendizaje constante, el amor de pareja, familia, amigos e incluso el amor propio tiene sus desafíos de acuerdo con las vivencias que se presenta en el camino. No siempre sentimos que soportamos al resto o a nosotros mismos.

Pero llega un momento en la vida que se podría considerar hasta mágico pero que solo comprendes cuando lo vives. Te despiertas o te detienes en algún momento del día, dentro del ajetreo cotidiano, y te das cuenta que hasta en los momentos de conflicto con los que más amas y contigo mismo sigues siendo feliz porque no son momentos de odio o frustración si no momentos de crecimiento personal. Sientes que te nutres como persona y las personas a tu alrededor se nutre de ti y eso es maravilloso.

Y ahora soy consciente y valoro tener amor en todas sus formas, valoro tener la oportunidad de seguir aprendiendo más de mí y de los que me aman.


Al final del día, la vida siempre será mejor mientras amemos y dejemos que nos amen.

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